sábado, 22 de septiembre de 2007

SONRISAS CARICATURESCAS





"Cuando la caricatura ataca a la moral y a los credos, a las buenas y a las malísimas costumbres, a las propias esperanzas y a la dignidad del hombre y la sociedad... cuando ridiculiza a sus líderes políticos y se vuelve contra sí misma... eso es humor gráfico" (Caloi)


viernes, 21 de septiembre de 2007

PELEÁNDOLE AL VIENTO...

“No, yo no quiero confort, Yo quiero a Dios, quiero la poesia, quiero el verdadero peligro, quiero la libertad, quiero la bondad, quiero el pecado” (Huxley, Aldous.“Un mundo felíz”).

Hoy estoy inspirada en decir algo nuevo, tal vez interesante o superfluo. Lo dejo a criterio de los lectores.
En el trayecto hacia el trabajo las palabras para expresar mis ideas caían en catarata. No quiero olvidarme de nada, escribo con la mayor agilidad posible para no desatender lo que en unos pocos minutos pensé.
Este es mi alegato. Esta es mi defensa sin ánimos de justificar mis acciones y que compartan todo lo que diga. Señores, siento que voy a dar un examen.
Una vez alguien me dijo: sos un Quijote batallando contra molinos de viento. Permítanme reivindicar a Don Quijote; pienso que no es un demente en un mundo de cuerdos y racionales, sino un lúcido ante un universo de neuróticos.
Los molinos de viento existen Quijote, lo creo porque también los veo, incluso intento luchar contra ellos. Si están en mi imaginación, no tengo la certeza, pero prefiero compartir el mismo mundo de quimeras que Cervantes vio con vos.

No quiero mediocridad, me resisto a ser conformista. Por lo menos en aquello que mínimamente me corresponde. Ante todo señores... “el respeto por el otro”. Cuando escucho a muchas personas decir las mismas palabras (sorprende la coincidencia hasta en los vocablos empleados) sobre lo que es un trabajo, me alegra no pensar lo mismo. Dicen que “el sistema es así, las manejas se manejan así y asá; uno es un puesto sin importar la persona que lo desempeñe; nadie es imprescindible en ningún lugar; hay que pagar el derecho de piso...”. Afortunadamente para mí, y desafortunadamente para otros (insisto, no pretendo que concuerden conmigo), tengo fundamentos para refutar éstas ideas que nada tienen de ingenuo para un sistema que se autoperpetúa y naturaliza cada vez que alguien lo internaliza y acepta sin más.
Nada hay más terrible que especular con que si algo es así, no hay que cuestionarlo y menos pensar en cambiarlo. Pobres conciencias aquellas que se contentan con tan poco.
Si simplemente acepto que las cosas son así, dejo de ser un sujeto racional y pensante para convertirme en un ente pasivo, un engranaje funcional a éste sistema que nos hacer creer en su eventual impotencia.
No culpo a quienes están convencidos de que esto es lo normal, lo que corresponde, lo políticamente correcto y no hay nada por hacer. Lo se, es difícil despertarse un día y darse cuenta que, a lo largo del tiempo, todo lo asimilado es una gran mentira, una farsa que nos vendieron. No es tan absurdo sentir que somos el protagonista de “The Truman show”; que nos asemejamos a Winston, el interlocutor orweliano en 1984 quien expone la manera en que transitamos en un mundo que vigila y gobierna hasta el más íntimo de nuestros deseos; o la magnánima obra literaria “Un Mundo Feliz”, ficción de Aldous Huxley con la cual advirtió y denunció una realidad decadente en la que John (personaje principal) perdió la mayor de sus libertades, la mera posibilidad de expresar su individualidad, para intentar ser un sujeto seriado...

Repito: este es mi alegato. Soy responsable de renunciar al funcionamiento del sistema, de no sentirme cooptada, asumo el compromiso de transgredir las normas de un sistema que atenta contra la esencia del hombre y propaga la creencia de que lo correcto es ser individualista, competitivo, egoísta, “hombre lobo del hombre” concebido por Hobbes, un ente que perdió su identidad al tiempo que calló y dejó de cuestionar la realidad.
¿La realidad? ¿Quién tiene absoluta certeza para decir qué es el ser y el deber ser, y como obrar en consecuencia? ¿Quién se cree dueño de una verdad absoluta cuando la experiencia demuestra la relatividad de los acontecimientos?
Terminemos con el mito urbano. Reneguemos de aquello que nos aliena cada día a los más y que mantiene en la cima a los pocos. Tal vez me tildes de ingenua, ilusa, idealista, pero créeme que no vas a ser el primero ni el último en decir eso de mí. Quizás me resista tanto a lo que se normaliza y cercena nuestra propia integridad y supervivencia; que vaya camino al fracaso, a la caída en picada. Pero señores, éste es el sendero que elijo transitar, éstos son los desafíos que quiero enfrentar.
No todo es blanco o negro, no todo es tan radical, pero en esto no existen trazos grises: no tranzo con el sistema; entre mi libertad, mi individualidad, mi honestidad y la aceptación de algo que para muchos es así, me permito adoptar lo primero, aquello que me pertenece por naturaleza.

No hay dioses terrenales y nadie puede decidir mejor que uno aquello que más nos conviene.
La libertad, la justicia, el respeto, la confianza, la dignidad, la identidad... Nada de esto puede trocarse por dinero, aunque muchos imbéciles crean que pueden reducirlo a tan poco. Alguien dijo: “todo hombre es corruptible”, ¿realmente es así? Si tu respuesta es afirmativa, estamos fritos y, como siempre digo, “apaguemos la luz y nos vayamos todos”; pero si tu respuesta es negativa, bienvenido al movimiento de los que creemos en que no todo está dicho y asumimos la obligación de generar cambios, sos parte de aquellos que vemos los mismos molinos de viento en el horizonte y estamos dispuestos a librar batalla. Nos podrán quitar lo material, las armas visibles, pero nunca podrán ser dueños de nuestros pensamientos. Y es aquí donde el juego de roles se invierte, donde el sistema “omnipotente” comienza a resquebrajarse y finalmente cae vencido.
Agradezco la posibilidad que tuve de poder estudiar; entender cuán equivocados están muchos hombres sobre el mundo empresarial. Y más allá de lo netamente laboral, agradezco esta fortaleza (para mí) o debilidad, dependiendo de los juicios de valor del lector, para buscar algo que esté más allá de lo absurdo.

Soy periodista, aprendí el arte de “ostentar” una realidad que calme la conciencia de las masas. Pero esa no es la manera de hacer periodismo que me interesa practicar. No quiero ser una comunicadora que “venda pescado podrido”. No me interesa. Si hay algo que me moviliza es esa búsqueda de la objetividad posible, alcanzable, y no la mera transmisión y repetición de hechos que a pocos conviene que narre. Las discusiones teóricas entre los que están a favor de la objetividad o en contra, realmente me aburren. Perdemos el tiempo si solo divagamos entre teoremas.
La objetividad tiene que ver con lo que uno sabe que es realmente así, aunque quiera engañarse de lo contrario. En el fondo todos sabemos lo que es correcto. No seamos tan necios.
Creo que no está mal cambiar de parecer, no hay que resistirse al archivo como muchos se empeñan en hacer y cada vez están más lejos de su propósito. Si hay modificaciones en nuestro razonamiento significa que hay movilidad, hay actividad raciocinante, hay evolución. Y eso ya es un paso al frente. Insisto, acepto que entres en desacuerdo con todo lo aquí dicho. Pero también espero que, por un momento, empatices conmigo y aceptes que puedo estar en lo cierto. Si me das el beneficio de duda, entenderé que todo lo escrito no fue en vano, y que ambos nos movilizamos a la reflexión. Es el primer paso para entrar en acción.

«¡Oh qué maravilla!
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad!
¡Oh mundo feliz, en el que vive gente así!»

miércoles, 19 de septiembre de 2007