domingo, 1 de julio de 2007

AMPLITUD DEL LENGUAJE (Fontanarrosa)

Desde que las insignias se llaman pins; los maricones, gays; las comidas frías lunchs, y los repartos de cine, castings, Latinoamérica no es la misma. Ahora es mucho más moderna.
Durante muchos años, estuvimos hablando en prosa sin enterarnos.
Y, lo que es todavía LoPeor.com, sin darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos. Los niños leían revistas en vez de cómics, los jóvenes hacían fiestas en vez de parties y after parties, los estudiantes y gremialistas pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del tupper-ware.
Yo, en la primaria, hice aerobics muchas veces, pero en mi ignorancia, creía que hacía gimnasia. Afortunadamente, todo esto ha cambiado. Hoy, todos somos más modernos, y a los latinoamericanos se nos nota el cambio simplemente cuando hablamos, lo cual es muy importante...
Cuando estábamos estudiando con todo para dar un parcial en la Universidad, decíamos “estoy hasta las bolas o hasta los huevos”, cuando en realidad, no nos dábamos cuenta que estábamos a full, que queda mucho mejor, y es un wording mucho más simple ¿viste?.
Cuando decidíamos parar un poco para comer o tomar algo, decíamos “la cortamos y vamos al bar a comer unos patys”; no nos dábamos cuenta que en realidad estábamos haciendo un break y ahora iríamos a Mc Donalds a comer unas burgers...
No es lo mismo decir bacon que tocino –aunque tenga igual de grasa-, ni vestíbulo que hall, y cuando jugamos al polo o golf con ventaja no es lo mismo que handicap.
Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor presencia. O en el peor de los casos, son más cortas.
Desde que Nueva York es la capital del mundo y mejor aún, Miami la capital de Latinoamérica, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. Desde este punto de vista ya estamos completamente modernizados. Ya no tenemos centros comerciales, ahora son todos shoppings o malls.
Es más, creo que hoy en el mundo no hay otra lengua que nos iguale. Porque, mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen o bien porque sus idiomas son pobres, cosa que no es nuestro caso, o bien, porque pertenecen a lenguajes de reciente creación, -como el de la economía o el de la informática-, nosotros, eso sí, más generosos, hemos ido más allá, hemos adoptado incluso las que no nos hacían falta.
Lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos facturas, sino cookies, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos, sino feelings, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, hacemos footing (nada de estar caminando así nomás) y, los domingos, cuando salimos al campo –que algunos, de los más modernos, llaman country- y en lugar de acampar como hasta ahora, hacemos camping. Y todo ello ya digo, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia.
Los carteles que anuncian rebajas, dicen sale 20% off, y cuando logramos meternos detrás de algún escenario, ya estamos en el backstage.
Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante, es decir, más fashion.
Ya los hombres no usan calzoncillos, sino slips, lo que permite marcar el bulto con más soltura que a nuestros padres; y cuando uno se afeita, a continuación se echa after save, que deja la cara mucho más suave y fresca que el tónico que usaba mi abuelo.
En la oficina, el jefe ya no es el jefe, es el boss, y está siempre en meetings con la PR public-relations o IT information & Technology, o va a hacer business junto con su secretaria, o mejor, assistant. En su maletín de mano, al revés que los de antes, que lo llevaban repleto de papeles, lleva tan sólo un teléfono celular, una personal computer y un fax-modem, no lleva una agenda de papel, sino un ­Palm Top, por si acaso.
Aunque seguramente la secretaria hace mailings y trainings, y cuando acaba el trabajo va al gym a hacer fitness y aerobics. Allí se encuentra con todas las de la jet, que vienen de hacerse liftings, y con alguna top-model amante del body-building y del yogurt light, y cuando acuden a un cocktail piden roast-beef, que, aunque parezca lo mismo, es mucho más digestivo y engorda menos que la carne.
En la televisión, entretanto, ya nadie hace entrevistas ni presenta, como antes. Ahora hacen interviews, talk shows y presentan magazines, en lugar de los programas de revistas que dan mucha más presencia aunque aparezcan siempre los mismos y con los mismos collares.
Si el presentador dice mucho o.k. y se mueve todo el rato, al magazine se le llama show –que es distinto de espectáculo-, y si éste es un show porno, es decir, tiene carne, se le adjetiva de reality para quitarle la cosa podrida que tiene en castellano.
En las tandas, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sino spots, que, aparte de ser mejores, nos permiten cambiar de canal o hacer zapping.
El mercadeo ahora es el marketing; las franquicias comerciales, franchising, el supermercadismo, merchandising, el autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking; la carne, es un steak; y el representante es manager, y la entrega a domicilio es el delivery. Ya no hay cuentapropistas, sino entrepeneurs, y el viejo y querido margen entre la compra y la venta se llama mark up. Y, desde hace algún tiempo, las personas importantes son vips; los auriculares, walkman; los puestos de venta, stands; los ejecutivos, yuppies; las niñeras, baby-sitters, y los derechos de autor, royalties, y cuántas cosas más...
Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de tercermundistas que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, sólo nos queda ya decir “siesta” (la única palabra que el español ha exportado al mundo, lo que dice mucho a favor nuestro) con acento americano.



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